La Virtualidad

Tomado de: www.dialogica.com
Más que un ensayo o artículo académico, nos conformamos aquí con sembrar incitaciones, con evocar a modo de muy libre ensayo, múltiples aspectos de la imagen, la virtualidad, la cultura, el arte y la comunicación.
Tampoco comienzo estas evocaciones con el tema del lenguaje y su relación con la cultura, aunque no perdemos nada con evocar, al menos de paso, nuestra terca preferencia a vivir nuestra propia lengua como la lengua, como si se naciese ya con el español o el inglés como se nace con un corazón y dos piernas, y como si se naciese ya con los hábitos y costumbres de nuestra cultura, de nuestros padres, aún a pesar de esta cultura y su correspondiente educación. ¿Cómo extrañarnos, entonces, y ya vamos entrando más en materia, que sustanciemos las imágenes hasta tal punto que las concibamos como entes, objetos ahí existentes de modo absoluto y autónomo, a fuerza de tanto verlas asociadas a cuerpos, o simplemente, de tanto percibirlas cotidianamente?
¿Acaso la misma "realidad" no posee también sus tonos virtuales? ¿Acaso no construimos la realidad (tanto a nivel social como individual) a modo de concreciones o actualizaciones nacidas de un foco cuya "naturalidad" no pretendemos negar del todo pero que siempre existe "para nosotros" y modificada por las exaltaciones que hacemos de ella"? He ahí los muy distintos enfoques del tema, desde el pensamiento clásico del siglo XIX y principios del XX hasta las diversas y divergentes perspectivas actuales, como las de P. Berger y T. Luckmann en La construcción social de la realidad, y J. R. Searle en La construcción de la realidad social.
Desde el arte de las cavernas, desde los textos de las pirámides, desde los primeros medios de comunicación, hasta la Internet, los lenguajes y los medios son inseparables y ponen de manifiesto ese aspecto virtual de la realidad como potencia, haz de fuerzas, relaciones, variables y programas que se actualiza, se concreta, singulariza, interpreta y reinterpreta cada día y en cada ocasión. La atención sobre lo virtual (imagen, realidad, lenguaje, comunicación y cultura) no surge en estas últimas décadas a partir de la cibernética, y ni siquiera con las nuevas artes y movimientos artísticos de la a veces bien y a veces mal llamada "posmodernidad", su institucionalismo, su conceptualismo y su apertura de obras y acciones hacia las perspectivas y recepciones personales. A fines de los noventa, dicha reflexión, consciente a plenitud, estimulada y abundante, llega a sentirse como vital. Los grandes horizontes de su implementación cibernética favorecen múltiples perspectivas, con frecuencia incluso discordantes, para llegar a esbozar una nueva sociedad de la comunicación (desde Habermas hasta Luhmann), sociedad de infinitos enlaces interpersonales, intergrupales, universales, donde cada uno esté en cada punto del planeta. Pero el hecho de que determinado progreso técnico posibilite al hombre de hoy simular, recrear y hasta crear de modo más cristalizado un objeto, entorno, mundo y realidad; no ha de ocultarnos, sino más bien develarnos las antiguas y las constantes virtualidades constantes donde se inscriben, quizás en primer orden, las imágenes del arte pero en fin de cuentas el universo humano.
El surgimiento de la presencia de los medios como dibujante de lo social está ligado a dos procesos: el proceso de la individualidad y, por consecuencia, la distanciación de las relaciones. La individualidad es un fenómeno cultural que tiene sus raíces en la aparición de formas de vida moderna generadas en gran medida por el sistema capitalista: el deseo de acumulación, la desigualdad económico-social, formas de poder y control hasta antes no identificables, nuevas concepciones en el uso del cuerpo, del espacio y del tiempo. Los medios de comunicación construyen un conjunto de deseos en un otro mediático, ficticio, de tal forma que el desear siempre queda determinado por el deseo del otro. Este otro siempre es una mediación externa en el sentido de que no es participante, no participa en la construcción de ese deseo, como ejemplos es latente el cine, las series de acción televisiva, las novelas, entre otros. En cuanto a la mediación interna, aparece siempre la figura de un otro incluido, participativo en la esfera de lo mediático, por ejemplo, los reality Shows, los video concursos. Volvemos a la hipótesis de la inclusión de los media. Los medios incluyen a otro real, incorporan sus diferencias para mostrarlas como tipos ideales, como ejemplos de logros sociales, de posibilidad, aunque la posibilidad sea en gran medida cuestionable. Aquí el otro no es ficticio, es real, lo ficticio es su paso por el medio, la proyección que hacen de él. La transformación del espacio se hace presente. Mientras en la mediación externa la distancia era la base de la relación, es decir, el espacio existía como un fenómeno pasivo, estable, uniforme, donde los individuos expuestos a los medios pertenecían a un rol social de espectador; en la mediación interna el espacio comienza a disgregarse, por no decir desaparece. Entra en juego el individuo compenetrándose con las mecánicas de funcionamiento de los medios: en la T.V. por ejemplo, se participa llamando, votando, eligiendo, concursando, o en el último de los casos sabiendo que los individuos que aparecen no son actores, sino personas cotidianas, lo cual hace más seductor el espectáculo. Aunque este fenómeno parece propio de la televisión es extensivo a medios de comunicación cibernéticos, como en los blogs, algunos periódicos on line, o en la misma red a través de juegos. La participación es un dispositivo que detona nuevas formas de control, de dominio y de expectación.
“La idea actual de que todo el sistema actual de la comunicación descansa sobre una operacionalidad que consiste en la desconexión de lo que llamamos facticidad; es decir, ya no hay que creer, ni querer, ni poder, ni saber. Todas estas funciones, o categorías del sujeto o de la acción, han sido retomadas por una especie de modelación que consiste en hacer creer, hacer querer o hacer saber, que una información es hacer saber, que la comunicación es hacer creer, hacer saber”. (Baudrillard y Guillaume, 2000: 85)
En una sociedad cruzada por lo virtual sólo queda simular quién soy. La cirugía estética es sugerida en el fondo por el espectáculo visual, por la fidelidad sonora, por la digitalización. Se sugiere bajo formas de ser, de pensar, de sentir, de vestir, de actuar. El espectro de la facticidad vuelve a aparecer. Se trata de hacer desaparecer todo acto de acción por sí mismo, todo acto de deseo por sí mismo, se hace lo que el otro hace, se desea lo que el otro desea. Se trata de hacer desaparecer toda imperfección de sí mismo, la cirugía estética del rostro, del cuerpo, del pensamiento, del lenguaje, de los paisajes, de los lugares. Por ejemplo los programas llamados “Reality Shows”, en los Estados Unidos hay formas monstruosas que ya son adaptadas en esos programas, desde la proyección del cuerpo hasta relaciones de sexo explicito, y más, la exposición de la subjetividad del sujeto. El monstruo moral del que Foucault habló y señaló como característico de finales del siglo XIX y principios del XX, hoy es una premisa más que detona la facticidad: hacer lo que el otro hace. También se puede hablar de lo monstruoso en el sentido visual, con la cirugía estética el reino de las imágenes se ha vuelto monstruoso, desde el cine, pasando por la televisión, hasta la realidad virtual la sociedad convive en un espacio de la imagen.
“Si el mundo, como la imagen, se desvanece, una nueva realidad cubre a toda la tierra. La técnica es una realidad tan poderosamente real - visible, palpable, audible, ubicua - que la verdadera realidad ha dejado de ser natural o sobrenatural: la industria es nuestro paisaje, nuestro cielo y nuestro infierno”. (Paz, 1971: 315-316)
La virtualidad es omnipresente; los procesos de extensión y la virtualidad permean toda cultura: conciencia e inconsciencia, emociones e idiosincracia se encargan de actualizar, concretizar, realizar en cada instante y circunstancia (tiempo, espacio y sociedad) esos múltiples programas sicológicos y culturales, históricos, que mueven el devenir humano, las diversas culturas y, claro, por supuesto, los universos de imágenes. Las imágenes son monstruosas porque indican una frontera, están en la frontera de la violentación de la presencia del mundo y la realidad: son virtuales en la forma de mostrar, de simular un espacio de significado que ya no existe. El otro a través del cual se desea: él: modelo, es sólo una imagen virtual arquitectónicamente construida sobre el terreno de la posmodernidad. Todo pasa por ese sentido de la imagen virtual: la apariencia de que así es, la ilusión de que así es. La intimidad exiliada de la subjetividad gracias a lo virtual, se muestra según el deseo del otro, de la imagen del otro. Como dice Baudrillard, la imagen ya no imagina la realidad porque ella misma lo es.


Por: Alexander Botero



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